Recuerda que un fruto que empieza a pudrirse, corrompe a otro y así sucesivamente hasta el final de nuestra existencia. Los pensamientos amargos atraen esa tristeza que te impide apreciar la belleza de lo cotidiano. Por eso, elimina ese fruto ácido y exprime el jugo que hay en tus emociones, depura tu ánimo, enfréntate a la vida y verás sanar tu alma quebrada.
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