A veces, se asoma esta angustia para golpearme
por dentro. Es entonces, cuando la ingravidez vuelve a mi cuerpo convulso. Paso
del desánimo a la desazón. Trasiego del dolor a la melancolía. Y en ese
abatimiento, resurjo de nuevo, a través de una simple mirada, tras este espejo.
Es ahí, donde todo se refleja, el espacio donde deviene la búsqueda incesante
del equilibrio.
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