Me miro, ya no soy aquel ser
demudado por el dolor constante, la decepción
y la tristeza. Y en esa mirada, me he dado cuenta que la deconstrucción de mi
yo comenzó con su muerte, pues el padre partió para que el hijo siga su vida. En
estos días, me estoy observando entre los recuerdos y he descubierto el inicio
de esta transformación ya irradiada por mi ser. Por eso, debo seguir atisbando
entre mis imágenes reflejadas cual es la parte que quiero afianzar en el
futuro, si el “constructo” de un ser apegado a los sentimientos oscuros o el
niño que juega a hacerse mayor. Ese infante nunca se ha ido, siempre ha estado
ahí y aunque parezca de mis ropajes están fríos, solo necesito volver a
calentarme con el fragor de lo cotidiano. Aunque persista la ansiedad, estaré
por encima de las circunstancias y antepondré el amor a cualquier sentimiento
sombrío, solo es cuestión de escuchar este corazón puro que palpita.
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