Somos agua hasta en las
emociones y nos enseñan a controlarlas cuando en realidad, solo debemos dejarlas
fluir. No podemos contenerla pues, en algún momento, el cristal donde reposan
nuestras lágrimas se agrietará. Por naturaleza, el inicio de cualquier vida es
una ruptura como el niño que emerge de una placenta. Todo nace de un leve
llanto de agua, puro y cristalino.
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