Soñé
que me había crecido la cabellera, una melena salvaje que me aprisionaba el
cuello, tapaba mi boca y no me dejaba articular palabra. Solo podía respirar, mirar hacía tus ojos,
enmarcados tras este lejano e invisible espejo que como un muro de cristal,
solo deja ver mi semblante. Esa guedeja castaño oscura, había nacido en el
trascurso de una noche, al amparo de un deseo oscuro quizás, de una travesura
del inconsciente y para desprenderme de ella, tuve que arrancármela a
jirones. Pero aquel amasijo de pelo
seguía creciendo, enturbiando mis pensamientos, enmudeciéndome, asfixiándome hasta que desperté, dando un aterrador grito.
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