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viernes, 9 de agosto de 2019


No recogí las dos monedas para entregárselas a Caronte el día que cruce en barca, la Laguna Estigia. Las cogí al azar y al comprobar su valor, no eran válidas para el intercambio, ni pueden ser pesadas en la báscula del destino. Son monedas obsoletas como las relaciones pasadas, sin transacción a un futuro, ni sirven para sufragar exequias pues hasta en la muerte, sino dispones de incentivos monetarios, eres solo un cuerpo cercenado por el olvido. Triste es la vida que nos han impuesto desde los albores del capitalismo, tanto tienes tanto vales, tanto generas tanto es tu trascendencia, cuando en el final de la vida, todo se reduce a dos monedas opacas, oxidadas, triviales. Soy mendigo de mi propia miseria, testigo adusto de un tiempo donde el beneficio está por encima de la naturaleza del hombre.

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