Palabras y más palabras que devoran. Bocas que lanzan soflamas en nombre de la nada y mientras la vida se marchita. Vanidad de vanidades, donde germinaron antes los versos solo hay palabras baldías. 

La perfección no existe salvo en la naturaleza del deseo y es través de lo imperfecto, donde reside la auténtica belleza. La forma es pura evanescencia pero el alma que la cobija, es una perfecta conjunción entre vida y arte, plenitud de una existencia única. 

Del quebranto a la triste, hay un solo paso. Y en el proceso, las emociones se marchitan y vuelve esa plenitud que marca el silencio. Se desnuda la verdad pero el corazón, se vuelve frágil y en la decadencia de los días, retorna fuerte. Ese ramo es solo belleza momentánea, vida en suspensión y contemplarlo, te recuerda que sin belleza, no hay sino vacío.

La pura y ontológica presencia de lo evanescente, te abre al camino hacia la luz. Me dices que me falta luz pero es ahí, entre el vacío y la sombra, donde se encuentra la plenitud.  

La codicia, se ha establecido en el mundo como un lobo hambriento. Sujeta junto con sus manos el mundo, la avaricia, títere de unas fuerzas oscuras que solo quieren establecer el odio y la barbarie. Poco a poco, la vela se ha ido apagando, mientras el alma del mundo agoniza por culpa de unos pocos en detrimento de aquellos y aquellas que la custodian. El fuego lo arraso todo, la llama que inflama la vida solo atrae la muerte y mientras el hombre no tome conciencia, no habrá nadie que vele su luto. Sin embargo, hay voces que rompen cadenas, para eliminar ese paradigma que tiñe de oscuridad nuestras vidas. Míralos, están ahí al acecho para convertir el espacio donde cohabitamos en un terreno fructífero sí, pero sin futuro, pues donde antes crecía la hierba, ahora nace la desolación.

Entre sus versos,

desgajó rosas rojas,

misceláneas,

mezcla de pasión y deseo oculto.

Y al leerlos,

se desprendió de él,

la eterna belleza. 

Llevo muchos años a solas contigo, deseando la sensualidad y la encontré conmigo, con las caricias que buscan el pálpito. Mis manos friccionan cada parte de este cuerpo bello, curvo, tallado con el orden no convencional, no sujeto a la cosificación que establece una falsa ilusión de lo estético. El hedonismo solo lo comprendo como esa búsqueda eterna de lo imperfecto, pues detrás de esa imperfección, se encuentra el verdadero equilibrio de lo eternamente bello.