Huyó
hacía un lugar donde al menos, la decadencia de su país ya no le causaba dolor.
Se marchó buscando el exotismo y la belleza, entre odaliscas, apurando el
tiempo con el humo de un narguile. Encontró un lugar, lejos de esas voces
mezquinas y mediocres que mancillan hasta la belleza. Entabló un pacto con el
diablo para convertir su vida en una ensoñadora irrealidad, escuchando la
música que enaltecía sus sentidos y de esa vida plena, capturó el amor
incondicional de la gente sencilla, mediante historias e imágenes. Lejos quedó
su tierra, un villorrio viciado por la corruptela y el caciquismo, pero siguió
en contacto con aquellas almas que tanto le hicieron comprender que su único
designio en esta vida, era hacer visible lo invisible y redimir tanta
indignación.
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