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martes, 14 de agosto de 2018




Mi Balada comienza el día que tomé conciencia de las palabras y la belleza, en la cárcel donde había dejado mis pesares. Aprendí de ti que debemos embellecer la vida con los bienes más preciados, la sabiduría y el hedonismo. En el cruce de esas dos posturas ante lo insustancial y superfluo, apareció siempre el desamor del que solo se puede entreverar, pasión y sufrimiento. De cualquier derrota, se aprecia la victoria del esteta, pues hasta en las lágrimas germinan acacias, asfódelos, rosas con espinas, nenúfares y caléndulas. En mi atavío, sales tú, padre de mis emociones, pintado con los pinceles del sufrimiento y el decoro para dar carnosidad a mi semblante en el lienzo de mi vida.

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