Muerde
la conciencia, aguijonea la mente. Del desengaño, viene la verdad que desmonta
la mentira. Amonesta esa pereza que suicida
el desconcierto. Sin embargo, conmueve, remueve, cual picadura de escorpión
para hacer despertar la conciencia aletargada. El veneno recorre mis venas, el
deseo de ser, el desapego del yo, la búsqueda del otro, el espíritu que se
niega a ser simplemente cuerpo fragmentado. De la muerte de los sentidos, surge
la eclosión del alma confusa, siempre indagando en lo absoluto.
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