Una
tenue luz iluminaba sus pensamientos que yacían tras una vida suspendida. En la
oscuridad, despertaron sus desvelos
acariciando las sombras pero detrás de la ventana que lo cerraba del
desconcierto, se desplegaron sus emociones. Allí no había nadie, salvo él
mirando aquella vela encendida y pidiendo a los espíritus del tiempo que la
vida le devolviese la luz que necesitan apreciar sus ojos cansados.
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