El Perro Azul
Los perros deambulan por
Zipaquirá, sin miedo a los hombres y mujeres del casco viejo, corretean por las
calles, juegan entre ellos, a veces, se apostan en la plaza como si realizaran
un cónclave canino. Por la noche, algunos buscan refugio debajo de los portales,
otros se apostan en las esquinas o en las puertas de los restaurantes para
comerse las sobras. No asustan a nadie, van tranquilos por esas calles
empedradas, como si fueran parte de la vida de los lugareños. Dicen que Gabriel García Márquez, siendo adolescente, cuando
estudiaba en el Liceo, hoy la Casa del Nobel, tuvo un canino de ojos tan claros
que le inspiró su libro de relatos titulado “Ojos de perro azul”. Aquella
noche, un perro de raza indescriptible, estaba tumbado, mirando hacía la otra calle,
no sé si esperaba a que le dieran alguna migaja, pero al verlo, me fije que
tenía los ojos azules, tan azules como los míos, melancólicos y distantes. No
pude rechazar la invitación del momento y desde estos mis ojos azules, estos
ojos venidos de otras latitudes, lo capturaron en aquella noche de Zipaquirá.
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