Y
ahora empieza el silencio de la inexactitud de tus palabras, de los mensajes
que no llegan, de las caricias que se han volatizado con el recuerdo. Una vez
más, eres solo carne de dos días, aterido a tu cuerpo frío y distante, después
de habernos auscultado, después de habernos despertado en una sinceridad
temprana, tras haber bebido del néctar que segregaba tu piel y haberte
escuchado entre frases que decían que yo era, tu aurora entre tanta pesadumbre.
Vuelve a tu soledad, retorna a tu desvarío, camina por donde debas caminar,
pues no creo que pueda seguirte, no quiero que este pesar siga conmigo. Siempre
es igual, apareces y luego desapareces, quizás por el miedo a la entrega, puede
que por temor a sentir el palpito de un corazón libre, no aprendo pero sigo y sigo aprendiendo. El dolor pasará como un día
lluvioso, dejando el rastro en la tierra húmeda. Las luces nocturnas de mi
ciudad, a la que volveré, me dirán de nuevo que el tránsito del tedio al
olvido, de la tristeza a la melancolía, está siempre presente. Muchos se asoman
por el balcón de su soledad pero no lo están, forman parte de un universo que
se consuela solo con pensar que mañana, volverán a sentir la recaída del
tiempo.
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