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martes, 24 de abril de 2018




Y ahora empieza el silencio de la inexactitud de tus palabras, de los mensajes que no llegan, de las caricias que se han volatizado con el recuerdo. Una vez más, eres solo carne de dos días, aterido a tu cuerpo frío y distante, después de habernos auscultado, después de habernos despertado en una sinceridad temprana, tras haber bebido del néctar que segregaba tu piel y haberte escuchado entre frases que decían que yo era, tu aurora entre tanta pesadumbre. Vuelve a tu soledad, retorna a tu desvarío, camina por donde debas caminar, pues no creo que pueda seguirte, no quiero que este pesar siga conmigo. Siempre es igual, apareces y luego desapareces, quizás por el miedo a la entrega, puede que por temor a sentir el palpito de un corazón libre, no aprendo pero sigo y  sigo aprendiendo. El dolor pasará como un día lluvioso, dejando el rastro en la tierra húmeda. Las luces nocturnas de mi ciudad, a la que volveré, me dirán de nuevo que el tránsito del tedio al olvido, de la tristeza a la melancolía, está siempre presente. Muchos se asoman por el balcón de su soledad pero no lo están, forman parte de un universo que se consuela solo con pensar que mañana, volverán a sentir la recaída del tiempo.




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