Rosas amarillas,
mustias y demudadas. Rosas amarillas, disecadas por palabras mortecinas,
lánguidas como sus pensamientos sombríos. Tristes rosas del color del amanecer,
gama inerte del tedio, la decadencia que enquista el presente y fustiga el
mañana. Rosas amarillas, viudas y funestas, soterradas, baldías, espinas del
dolor que atormentan su alma enamorada. ¿De quién son estas rosas, pálidas y
secas, casi ámbar? Son tuyas, las dejaste morir para aviar su recuerdo,
quedarte con el anhelo y resplandecer de nuevo. Las abandonaste en el portal,
de camino al tramo que te aleja de lo incierto, fatuo y desmedido, recordando
que las rosas amarillas son también, armonía frente al caos, agradecimiento y
obsequio a la vida, tu propia vida.
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