La silla está vacía. Las paredes son
capas de papel intercaladas, cada una es una sucinta historia de vidas anónimas
que ya no transitan esta habitación. Se mudaron hacía otros lugares quizás
buscando una nueva existencia. Dejaron solo el rumor del silencio impregnado en la
consistencia de sus muros, resistentes al paso de la luz y las inclemencias del
tiempo. No hay fantasmas, debe ser que no hubo una tragedia que los dimensionaran
a este espacio. Solo hay un sigilo, la silla sigue ahí, como un objeto más, arrimada,
junto a la pared, esperando a que alguien, habite la ausencia.
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