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lunes, 21 de mayo de 2018




Murió la novia con su traje blanco de organdí y seda, esperando al novio que nunca llegó. Él se había ido a tierras lejanas en busca de fortuna y ella le prometió que aguardaría su retorno. Su familia le había dicho con frecuencia que no volvería, lo habían tomado por un bribón y pusilánime, incapaz de amarla. Sin embargo, Rosa se sentaba todos los días en la misma silla, anhelando su regreso, con el ramo preparado, un bouquet de rosas rojas recogidas del jardín. Enloqueció tras treinta años de anhelo, apostada en aquel viejo asiento, vestida con el traje de novia, llorando su recuerdo, sujetando un ramo tras otro de rosas rojas. Rosa falleció de tristeza, ataviada de blanco y en aquel día tan funesto, las rosas del jardín se volvieron mustias. La casa donde vivió y feneció, fue abandonada, sus hermanos fueron a otras latitudes pero dicen los lugareños que si alguien se adentra en las habitaciones, puede oír la voz de Rosa preguntando: ¿Por fin has llegado?

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