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martes, 8 de mayo de 2018

Miro hacia ninguna parte. Nada existe, el cielo azul ha desaparecido por esas nubes grises que aploman este tiempo, quebrado, demudado hacia el tedio y la insatisfacción. Solo veo lo que mis ojos quieren ver, lo que la retina me reflecta a través de esos flashes de luz que dinamizan esa inconsistencia. Entonces, me devuelve el ánimo esas ráfagas de colores añil, tan fuertes y oscuros a la vez, tan intensos que demarcan el sentido ingrávido de la existencia. Un baño de luz índigo, una pátina de azul invade mis ojos celestes, mezclando esa visión taciturna del tiempo con mi vitalidad, esperando a que los días vuelvan a tener la claridad que anhelo, luz del mañana.

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