Miro
hacia ninguna parte. Nada existe, el cielo azul ha desaparecido por esas nubes
grises que aploman este tiempo, quebrado, demudado hacia el tedio y la
insatisfacción. Solo veo lo que mis ojos quieren ver, lo que la retina me
reflecta a través de esos flashes de luz que dinamizan esa inconsistencia.
Entonces, me devuelve el ánimo esas ráfagas de colores añil, tan fuertes y
oscuros a la vez, tan intensos que demarcan el sentido ingrávido de la
existencia. Un baño de luz índigo, una pátina de azul invade mis ojos celestes,
mezclando esa visión taciturna del tiempo con mi vitalidad, esperando a que los
días vuelvan a tener la claridad que anhelo, luz del mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario