Vistas de página en total

lunes, 11 de junio de 2018






Y su deseo languidecía, se mecía entre las sombras. Su mano friccionaba el calor que desprendía su concupiscencia, ante el agravio del encuentro no consumado. El único contacto que sentía su cuerpo adolescente, era el tacto de su propio tacto ungido por el sudor de la lujuria. No encontraba más placer que su sexo a solas, un pacto silencioso y onanista entre su cuerpo y sus deseos más ensoñadores. Pecado, más que pecado, eso le dijeron cuando era simplemente púbero, palabras maledicentes, vertidas por mentes obtusas. Sin embargo, empezó a descubrir que el sexo es el clamor de la vida. La sensualidad, portadora de sensaciones apabiladas por su paroxismo, fantaseando cuerpos friccionados, escenas de amor imaginadas por una mente ávida de sexo, abierta al conocimiento prohibido. Cuando se despertó su atractivo, se dejó abandonar, abatiendo el pudor, viajando por el sexo dominado y sumiso, ardiente y sucio, placentero y casi místico hasta que sublimó su deseo, una vez hubo viajado entre tanto universo corpóreo. La insatisfacción lo devolvió a su propio cuerpo, su mano volvió a conjugar su sexo en la soledad de aquel primer placer que tanto le había llevado a la ensoñación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario