Obsérvate, no eres apariencia ni
desvelo, solo una cara difuminada en el espejo
del tiempo. Eres tú, producto de un instante obturado, una silueta
diafragmática, reflejada por la luz blanca que iluminaba esa ventana. Detrás de
ella, solo había un pequeño jarrón con rosas de textura plástica, inertes al tacto, sin vida, envueltas en
sombras. No había temor, no había un ánima perdida, solo tu reflejo congelado
en un momento. Tu rostro no mostraba dolor, esbozaba una leve sonrisa, solo hay
que saber mirar lo si haces desde la distancia, desde el escepticismo. Ríete de los fantasmas, no serán visibles si
dejas que el miedo arrogue tu mente despierta, se replegaran hacía el abismo.
Allí, estábamos solo dos, tu reflejo y yo, mirando a través de esta máquina que
todo lo atrapa, viendo solo eso, una imagen capturada por la luz y el tiempo que
tantas veces, compartimos juntos, querida amiga.
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