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martes, 5 de junio de 2018




Obsérvate, no eres apariencia ni desvelo, solo una cara difuminada en el espejo  del tiempo. Eres tú, producto de un instante obturado, una silueta diafragmática, reflejada por la luz blanca que iluminaba esa ventana. Detrás de ella, solo había un pequeño jarrón con rosas de textura plástica,  inertes al tacto, sin vida, envueltas en sombras. No había temor, no había un ánima perdida, solo tu reflejo congelado en un momento. Tu rostro no mostraba dolor, esbozaba una leve sonrisa, solo hay que saber mirar lo si haces desde la distancia, desde el escepticismo.  Ríete de los fantasmas, no serán visibles si dejas que el miedo arrogue tu mente despierta, se replegaran hacía el abismo. Allí, estábamos solo dos, tu reflejo y yo, mirando a través de esta máquina que todo lo atrapa, viendo solo eso, una imagen capturada por la luz y el tiempo que tantas veces, compartimos juntos, querida amiga.

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