En
la calle donde se realizan los sueños, los transeúntes pasan sin percatarse del
tiempo. Sin embargo, hay siempre alguien anónimo que captura sus siluetas, transportando
en un solo fotograma la vida disipada. Desde el balcón, las almas errantes son
testigos ocultos de una mirada que los atisba, esperando a que el día vuelva a
traer nuevas experiencias. La vida desde esa perspectiva parece tan apacible e
indiscreta que hasta la melancolía deja de existir.
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