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sábado, 9 de junio de 2018



Scriptorium

En este lugar, pasó las horas, recapitulando historias, exudando frases y palabras. Al igual que un monje, copio viejos manuscritos hacinados en mis pensamientos, a veces cáusticos y plúmbeos pues están adheridos a la melancolía. Otras simplemente, son historias que intentan retraer el pasado para dimensionar mi futuro hacia un destino incierto. Releo, reescribo, rebusco y recapacito. Es una tarea que cansa la mirada pero refuerza la vida que se me escapa, culminando el tiempo del espacio vacío. Visualizo cada trama como una imagen pregnante, aquella que se aparece en las sombras, tras la luz de un recuerdo, tras la estela de una historia que nace y muere en mi memoria. Va apareciendo, otras se escapa, diamantada tras el reflejo del absurdo o la ficción, pero está ahí, pendiente a hacer entintada. Salvo escribir, salvo plasmar las imágenes que son diario de mis desvelos ¿Qué puedo hacer en esta única vida? Es la savia que surca estas venas, es el antídoto que da vitalidad a esta mente conjurada al caos, buscando siempre una ventana que se abre sin previo aviso: la imaginación. 

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