Los corsarios de guantes amarillos
tienen por espada, solo las palabras, forjadas en la fragua de sus pensamientos
y sentencias. Arremeten contra sus enemigos con la certeza de sus historias,
acaecidas en lances, contra el olvido y la pereza. Son héroes, caballeros e
hidalgos que luchan por defender sus ideales, su forma de sentir y amar, venciendo
las apariencias. A veces, son malditos, otras están sujetos a su propia
decadencia, a su estética existencia pero siguen siempre fieles
al código de los corsarios. El único dominio que conocen es el conocimiento, la
etimología, el verbo, un territorio de conquista donde los corsarios hacen del
testimonio, la confluencia entre arte y vida.
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